dissabte, 19 de novembre del 2011
FÁMULOS
Llegiu, si us plau, si perdem la memòria ens exposem a que torni la barbàrie i faran el que voldran.
Por Blanca Álvarez
http://www.diariosur.es/prensa/20110929/opinion/famulos-20110929.html
Durante esos breves años donde nos permitieron soñar la mentira de ser ricos, burgueses, clase media y demás milongas, nuestras neuronas sufrieron un proceso irreversible de pérdida memorística. Ahora nos devuelven a la pesadilla de siempre, pero sin recuerdos. Y, ya se sabe: la desmemoria permite la barbarie. Se nos olvidó que fueron los maestros los más perseguidos por Franco durante su paz mortífera; se nos olvidó que los pobres, cuando enfermaban, perdían la vaca, el cerdo y los reales, para curarse. Desmemoriados y lobotomizados, permitimos que la marquesa de Madrid se cargue la enseñanza pública y el señor Mas, en Cataluña, la sanidad. En otros lugares ya lo miran con curiosidad y permiten deudas del IBI capaces de embargar hospitales y centros de salud. Se destruye en minutos aquello que costó años lograr. A la condesa le interesan las élites, claro, la excelencia de los suyos y, sobre todo, la no contaminación con los pobres. El señor Mas carece de pudor para subir a un helicóptero y salvar las protestas de los indignados mientras se niega a reclamar lo robado en el Palau, pero, en nombre del 'ahorro' va, sin pausa, apagando las luces de la sanidad.
Pues eso, para parar las turbulentas aguas del olvido, permítanme que les recuerde una figura de la enseñanza franquista olvidada: el fámulo. Habitaba este ser en los colegios privados de mi remota infancia, cuando los públicos eran escasos y los privados carísimos. Por entonces, los privados, todos, pertenecían a la Iglesia; curas, frailes y monjas, educaron a generaciones enteras de españoles. Pues bien, en los súper divinos colegios privados, existía una figura, el fámulo, creada para, 'caritativamente', permitir el acceso de algunas niñas y niños pobres. El fámulo entraba de caridad y no llevaba el mismo uniforme, precioso, que sus compañeros de posibles; tras las clases, al fámulo le correspondían tareas de servicio: limpiar mesas y encerados, barrer patios y gimnasios, servir comidas y fregar platos ¡Lo normal en un pobre! Además, sus madres y padres, agradecidos, siempre andaban trabajando, de gratis, para el colegio. O sea, el fámulo pagaba, con creces, la educación recibida. Por contra, era menester dejar claro su estatus: sentados al final de la clase, sin préstamos de libros en la biblioteca, sin uniforme, con entrada por diferente puerta.
Años de lucha para lograr un pueblo formado y crítico, una enseñanza decente que costó lustros ir logrando; los mismos años para lograr el derecho a la sanidad común, pagada con nuestros impuestos y cotizaciones. ¡Eso es lo que se andan cargando estos impresentables neocon! Y, para colmo, se burlan del personal negando la mayor, envolviendo el veneno de sus actos con el melindre de la mentira y la puñetera crisis. ¿Por qué hemos de subvencionar una enseñanza privada? Hagamos excelente la pública, como en el resto de Europa y el que prefiera una ideología concreta, que la pague de su bolsillo.
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